Por Jorge Inzunza
La Bestia bufa con todo su peso metálico y aniquila con su canción de cuna infernal. Anda un poco y cientos de esperanzas saltan sobre su lomo. Se detiene y el terror se precipita con sus luces, gritos y silencios. El viaje que nos ofrece Jenny Torres Sánchez en su novela “We Are Not from Here” es brutal, salvaje y desgarrador.
Los personajes principales de la novela tienen identidades ínfimas, expresadas en sus nombres: Pequeña, Pulga y Chico. Sus nombres hacen referencia al carácter marginal respecto a las grandes historias, a esas historias con H, que son escritas desde el poder. Las historias de estos personajes son con h minúscula.
La tragedia de los protagonistas se inicia antes de nacer. El destino de los jóvenes guatemaltecos parece trazado de antemano en un camino que se bifurca tempranamente: la reproducción de la violencia o el exilio. Ambas opciones implican un rompimiento interno de los personajes, una destrucción vital que los lleva a arrastrarse y huir simplemente para vivir.
La Bestia se transforma en la barca de Caronte. Un tren fatídico que es esperanza y amenaza al mismo tiempo. Es un pasaje a una tierra incógnita, a una quimera. Torres Sánchez nos sumerge, nos hunde, en la psicología de sus personajes.
El desierto se convierte en el purgatorio. Los protagonistas, despojados de todo, se aferran o se dejan llevar por los espejismos y los fantasmas de un ejército de almas que deambulan en lamentos de locura. El lector se ve arrojado a balbuceos de vida y muerte, a la descomposición de la carne y a una tristeza ácida y suicida. La Bestia finalmente se convierte en una creatura omnipresente y polimorfa que seguirá acompañando a los protagonistas en sus vidas. Torres Sánchez evita así toda simplificación de las experiencias de inmigración, mostrando su impacto personal y deslizando la pregunta por cómo nuestras sociedades acogen o castigan estas vivencias.

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